El arte a lo largo de la historia siempre ha estado estrechamente vinculado con la fe y la Iglesia. Las formas de arte más originales han sido usadas a menudo para la conexión entre el hombre y Dios
Los antecedentes históricos para el desarrollo de diferentes formas de arte no es uniforme pero son representativos de diversos ejemplos de arte sacro.
Lo primero que hay que hacer es diferenciar el arte religioso del arte sacro. Son conceptos muy unidos a lo largo del tiempo, aunque tienen diferencias significativas.
En el arte religioso las obras realizadas se subordinan a la fe, al amor que se siente por Dios.
En cambio, el arte sacro es el religioso que además tiene un destino litúrgico, es decir, que tiene que servir para el culto divino.
Por eso existen obras de una profunda inspiración religiosa que sin embargo, no pueden ser destinadas para el culto y no pueden ser consideradas propiamente como arte sacro.
Así, el artista en la composición de sus obras religiosas no solo deja el trabajo a la inspiración, sino que debe revelar los principios básicos expresados por la Iglesia y la tradición cristiana.
Aunque el arte pertenece al artista, el ordenamiento y la composición pertenecen a los Padres de la Iglesia, la espiritualidad del contenido, la rectitud del símbolo y el estilo a la vez claro y equilibrado deben de estar de acuerdo con la tradición transmitida, garantizando al mismo tiempo su inteligibilidad y su universalidad.
Los orfebres Sevillanos en esta tradición están avalados por siglos de trabajos que adornan iglesias y catedrales de todo el mundo, siendo el máximo exponente de su arte, la Semana Santa de la ciudad.
Con sus trabajos no solo han glorificado a Dios a travéz de la liturgia, también han creado un inmenso patrimonio artístico, que sin ningún rubor se puede decir y clasificar como el primero en el mundo en su genero.